jueves, 18 de abril de 2013

Pensamientos Marxistas



Pensamientos Marxistas

  

A  lo largo de la historia, el dinero siempre ha representado un medio de intercambio común dentro de la sociedad como pago por bienes y servicios. Las clases sociales se han determinado por el ingreso que pueden llegar a percibir, existiendo un interrogatorio que al parecer seguirá sin resolverse, ¿realmente el dinero es lo que determina a una clase social? Ralf Gustav Dahrendorf, que era un politólogo británico, en su teoría sobre “el conflicto social” realizaba una crítica al sistema capitalista planteándose como pregunta, ¿sí realmente el dinero es lo que determina una clase social? Para Dahrendorf, existían tres tipos de clases sociales: la cultural, la política y la económica (que el denominada influencias). Él establecía que muchas veces existían personas con un gran talento intelectual o con un gran poder político, pero que no contaban con un cierto capital de alguna forma exuberante, pero que causaban cierto impacto dentro de la sociedad.
Marx en las siguientes líneas plantea una cuestión que todavía se sigue viendo en nuestra sociedad actual, ¿realmente el dinero puede establecer o inclusive otorgar cierto poder sobre las demás personas? (no olviden postear su comentario)

“Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprara ese soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis-de su poseedor- cualidades y fuerzas esenciales.  Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprar a la más bella de las mujeres. Por lo tanto no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo, sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra el dinero, luego también soy su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor, el dinero me evita, además, la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el “verdadero espíritu”  de todas las cosas, ¿Cómo podría carecer de ingenio su poseedor? Él puede, por los demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿Y no es quién tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el talentoso?, ¿Es que no poseo yo, todos los poderes humanos?, ¿Acaso no transforma mi dinero todas sus carencias en su contrario?”
(Karl Marx)

Decálogo del Abogado



Decálogo del Abogado
I. Estudia. El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos serán cada día un poco menos Abogado.
II. Piensa, El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
III. Trabaja. La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la Justicia.
IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia.
V. Sé leal. Leal como tu cliente al que no puedes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando el sea desleal contigo, Leal para con el Juez que ignora los hechos, y debe confiar en lo que tu le dices y que, en cuanto al Derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
VI. Tolera. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
VII. Ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
VIII. Ten fe. Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la Justicia, como destino normal del Derecho, en la Paz como substitutivo bondadoso de la Justicia; y sobre todo, ten fe en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz.
IX. Olvida. La Abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras llenando tu alma de rencor llegaría un día en que la vida sería imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
X. Ama tu profesión. Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proporcionarle que sea Abogado.